martes, 31 de enero de 2012

CRUZAMOS LA PIEL DE TORO

JAEN - GALICIA en MOTO


Me dispongo a contaros una valerosa epopeya en la que dos amigos se enfrentan a cruzar España de una punta a otra en moto. Concretamente desde la localidad de Porcuna, situada en la provincia de Jaén hasta Finisterra en Galicia.

Empiezo presentando a los protagonistas y sus monturas.
Por un lado tenemos a Raúl, a lomos de su Yamaha fz 600 y por otro a David ( yo) con una preciosa Aprilia Dorsoduro 750.

Todo comenzó a principios de septiembre del 2011. Se acercaban las fiestas de mi pueblo y como ya las tenía muy vistas, pensé en hacer una pequeña escapada en moto.
Disponía de 6 días sin trabajo, así que mi idea en principio era hacer una ruta en moto de dos días por Extremadura, meterme tres de feria y uno de descanso. Esa era mi idea en principio, pero cuando se enteró mi amigo Raúl, me dijo que como no se lo había comentado, que por supuesto él se apuntaba también, pero que en vez de estar dos días, porque no cuatro y en vez de a Extremadura, por qué no a Galia.
- No se Raúl… a Galicia en cuatro días… parecen muchos kilómetro en poco tiempo.
- ¡Es que no tienes huevos!
(“¡es que no tienes huevos!” cuantas locuras se han hecho después de decir esta frase.)
- ¡como que no tengo huevos! Pues claro que vamos.
Y así empezó todo.
Decir que esto sucedió solo una semana antes del viaje.

Iríamos de camping (que no está la cosa para gastar mucho) y el recorrido tenía poco que planificar, si queríamos hacer 2500km en cuatro días teníamos que hacer casi todo el trayecto por autovía por mucho que no nos gustase. Luego ya en Galicia cogeremos secundarias para divertirnos un poco.
Elegimos el camping de Sansenxo y teníamos pensado visitar la catedral de Santiago y Finisterre, por tanto teníamos un día para llegar, dos días para estar allí y otro para volver.
No señalamos carreteras en ningún mapa, simplemente nos guiamos por un navegador GPS.
Preparo la moto para el viaje, cambio de aceite, filtros, bujías, cubiertas y lista para cruzar España. La Dorsoduro no Me dispongo a contaros una valerosa epopeya en la que dos amigos se enfrentan a cruzar España de una punta a otra en moto. Concretamente desde la localidad de Porcuna, situada en la provincia de Jaén hasta Finisterra en Galicia.

Empiezo presentando a los protagonistas y sus monturas.
Por un lado tenemos a Raúl, a lomos de su Yamaha fz 600 y por otro a David ( yo) con una preciosa Aprilia Dorsoduro 750.

Todo comenzó a principios de septiembre del 2011. Se acercaban las fiestas de mi pueblo y como ya las tenía muy vistas, pensé en hacer una pequeña escapada en moto.
Disponía de 6 días sin trabajo, así que mi idea en principio era hacer una ruta en moto de dos días por Extremadura, meterme tres de feria y uno de descanso. Esa era mi idea en principio, pero cuando se enteró mi amigo Raúl, me dijo que como no se lo había comentado, que por supuesto él se apuntaba también, pero que en vez de estar dos días, porque no cuatro y en vez de a Extremadura, por qué no a Galia.
- No se Raúl… a Galicia en cuatro días… parecen muchos kilómetro en poco tiempo.
- ¡Es que no tienes huevos!
(“¡es que no tienes huevos!” cuantas locuras se han hecho después de decir esta frase.)
- ¡como que no tengo huevos! Pues claro que vamos.
Y así empezó todo.
Decir que esto sucedió solo una semana antes del viaje.

Iríamos de camping (que no está la cosa para gastar mucho) y el recorrido tenía poco que planificar, si queríamos hacer 2500km en cuatro días teníamos que hacer casi todo el trayecto por autovía por mucho que no nos gustase. Luego ya en Galicia cogeremos secundarias para divertirnos un poco.
Elegimos el camping de Sansenxo y teníamos pensado visitar la catedral de Santiago y Finisterre, por tanto teníamos un día para llegar, dos días para estar allí y otro para volver.
No señalamos carreteras en ningún mapa, simplemente nos guiamos por un navegador GPS.
Preparo la moto para el viaje, cambio de aceite, filtros, bujías, cubiertas y lista para cruzar España. La Dorsoduro no es una moto viajera, pero con unas alforjas de oferta de 60 euros, una bolsa sobre depósito de 20 euros del lidl y un asiento de gel la reconvertí jeje. Lo malo el depósito de solo 10 litros que hizo que me conociese todas las gasolineras de España.
Al ser mi primer gran viaje en moto cometí el error de echar más cosas de la cuenta, ropa que no me puse e infinidad de tonterías. Raúl lo hizo mejor en ese aspecto. Bueno ya lo sé para la próxima. es una moto viajera, pero con unas alforjas de oferta de 60 euros, una bolsa sobre depósito de 20 euros del lidl y un asiento de gel la reconvertí jeje. Lo malo el depósito de solo 10 litros que hizo que me conociese todas las gasolineras de España.
Al ser mi primer gran viaje en moto cometí el error de echar más cosas de la cuenta, ropa que no me puse e infinidad de tonterías. Raúl lo hizo mejor en ese aspecto. Bueno ya lo sé para la próxima.






Llego el día, suena el despertador, quedamos a las cuatro y media de la madrugada en mi casa. Con los nervios esa noche dormí poco más de dos horas.Uff que nervios, por fin, hay estamos los dos a punto de emprender nuestro viaje.

Es una noche muy oscura y aunque las previsiones del tiempo anunciaban una pequeña probabilidad de lluvia, parece que por el momento el tiempo nos respeta, eso si hace un pelín de frio.
Los primeros kilómetros transcurren por una carretera secundaria muy conocida por nosotros, pero enseguida estamos en la A4. Pasamos Despeñaperros y toca parar a repostas (la primera vez de las muchísimas que tuvimos que parar debido a los 10 litros escasos que le entran a mi moto. Raúl tuvo que terminar un poco harto de mí, jeje.).
Aún era de noche y a solo cinco o diez kilómetros de la gasolinera empezamos a adelantar a un tráiler, primero yo, detrás venia Raúl y detrás de nosotros un coche. De repente cuanto estoy casi terminando de adelantarlo la moto deja de responderme y se me viene abajo, no sé qué le pasa, es como si se hubiera quedado sin gasolina, empiezo a perder velocidad e irme hacia atrás. Raúl haciéndome gestos como de “que estás haciendo”. El coche dándome largas, pero no podía hacer nada, a mi derecha estaba el tráiler y a mi izquierda mediana continua de guarda raíles sin ninguna zona de descanso y no tenía pensado pararme en el carril izquierdo en mitad de la noche, así que tuve que forzar al coche hasta que redujo y meterme detrás del tráiler para poder pararme en el por fortuna generoso arcén. Raúl consigue meterse también.
¡Joder no me lo puedo creer! Empezamos bien, dos años con la moto y no se le ocurre fallar hasta que digo de hacer un viaje.
Imaginaros la situación; completamente de noche, la moto no responde, con una pequeña linterna nos ponemos a mirar los fusibles y nada parece que están bien. Joder, con el sueño, no abre puesto diesel en el depósito en vez de gasolina. No, compruebo el ticket de la gasolinera y puse 95.
Llamo a mi hermana para que mire en mi ordenador el libro de taller de la moto y me de el código que hay que introducir para acceder a la diagnosis para así ver de qué falla. Meto el código y según la moto no hay ningún fallo. Estupendo, no hay ningún fallo, pero la moto no anda.
Entre unas cosas y otras empieza a amanecer y llamo a mi mecánico a su teléfono personal.
- Fran que se me ha parado la moto en la autovía, ¿Qué puedo hacer?
- Llamar a la grúa hijo mío. Como voy a saber yo que le pasa desde mi casa.
- Ok
Pues nada a llamar a la grúa. Nos dicen que tardaran media hora.
Mientras llamo a mi novia (anda que estarán todos contentos con migo, los desperté a todos a horas en que todavía no están puestas las calles) y le digo que mire en internet cual es el taller Aprilia más cercano. Me dice que lo más cercano es un taller multimarca en Seseña que trabajan Aprilia que está a unos 170 km de donde estábamos.
No sé qué hacer, la mando de vuelta a casa o probamos suerte y la llevamos a Seseña por si la pueden arreglar. Raúl me convence para que la lleve a Seseña, estamos en una aventura y hay que echarle huevos.
A si que llamo al taller, pero claro a esas horas no lo coge nadie.
A la media hora llega la grúa puntual. Parecía una grúa sacada de la serie “cuéntame”, vibraba más que un tractor y tenía menos brillo que un Land Rover.
Madre mía llegaremos al taller o tendrá que venir otra grúa por nosotros, jaja.
Vuelvo a llamar al taller y aunque todavía no era la hora de abrir me cogen el teléfono. Le comento al dueño del taller lo sucedido y me dice que no hay problema, que se dedicaran a ella para ver si podemos continuar nuestro viaje.
El dueño de la grúa me dice que le da igual a donde la lleve, pero que si la lleva a Seseña y no me la pueden arreglar si quiero que la lleven a mi casa lo tendré que pagar de mi bolsillo.
Da igual, para Seseña, si no se puede arreglar me quedo en Madrid en el piso de un amigo de mi pueblo que está trabajando allí y al día siguiente me vuelvo en autobús y ya se apañara como sea.
Montamos la moto en la grúa, tengo que quitar el GPS de mi moto porque el de la grúa no tenía GPS y no sabía llegar al taller.
Los 170km se me hacen cortos hablando con el dueño de la grúa del tema estrella “la crisis” y también ablando sobre el olivar.
Llegamos al taller, bajo la moto y enseguida los dos mecánicos del taller se lían con ella. Hacen algunas comprobaciones, la arrancan, no mantiene el ralentí…. Un desastre.
El mecánico me va comentando que esté tranquilo que tienen ordenadores y las mejores herramientas para arreglarla.
Se disponen a conectarla al ordenador para ver los fallos, abre un cajón donde tiene cables para conectar todas las motos del mercado y más, excepto el cable que hace falta para la mía.
¡No puede ser, que mala suerte joder!
Parace ser que el niño del mecánico estuvo jugando con los cables y el único que se ha extraviado es el mío.
Por fin después de un buen rato lo encuentran, menos mal.
Conectan la moto y no había pantalla suficiente para todos los fallos que aparecen. El mecánico torció el gesto y digo esto tiene mala pinta.
Me estuvo diciendo que para que me compro una Aprilia, que la próxima vez me compre una Yamaha, una honda…
Le respondo que como me dice eso si ellos venden Aprilia y me contesta que por eso mismo me lo dice, por conocimiento de causa, me dijo que las italianas dan muchos problemas, que son bonitas y cuando van bien son estupendas, pero que lo malo es cuando se rompen, que dan mucho la lata y encima tardan en servir las piezas.
Le comento que mi próxima moto será una Moto Guzzi (al final me comprado una kawa) y me dice, hay algunos a los que les gusta sufrir. Jaja.
Aun después de vender mi Dorsoduro sigo manteniendo que es una moto estupenda y si me tengo que comprar una italiana me la comprare sin ningún temor.
Le pregunto que si no tiene moto de sustitución mientras me arregla la mía. Me dice que sí y me señala hacia una esquina en la que hay una puch cóndor de cuando cristo hizo la mili con un dedo de polvo.
Y va el tío y me suelta; esa seguro que no te falla.
Jejeje, que cachondo el tío. Y seguramente tenía razón.
Como la cosa va para largo nos vamos a desayunar, que entre unas cosas y otras ya son las once.
Desayunamos tranquilamente, hacemos tiempo y a las una nos acercamos a ver qué tal va la cosa.
De que llego tiene la moto echa 40 trozos. Me dice el mecánico que está dando bastante la lata pero que cree que tiene el problema localizado. Cree que es un sensor de los inyectores o algo así me dijo.
Lo bueno es eso, que tenía el problema más o menos localizado, lo malo es que el sensor lo tendrían que pedir y me dijo que no le extrañaba nada que Aprilia tardase más de dos semanas en servírselo.
¡Mi gozo en un pozo! Pero me doy cuenta de que en el escaparate de la tienda tienen una Aprilia Shiver que lleva el mismo motor que mi Dorsoduro, por lo tanto ha de tener el sensor que le hace falta a mi moto. Se lo comento y le digo que haber si puede hacer el favor de quitárselo a esa moto y que luego lo pida y cuando llegue se lo monte a la Shiver. A lo primero me dice que no, que como va a desarmar una moto nueva para sacar un sensor, pero después de calentarle una rato la cabeza hizo unas cuantas llamadas y me dijo que vale, que si hace falta ese sensor que le habían dado permiso para quitárselo a la Shiver.
Me dice el mecánico que si todo va bien a última hora de la tarde o a primera del siguiente día estaría lista.
Bien, dejamos todas las cosas en el taller y nos fuimos con la moto de Raúl hacia Madrid.
Llamamos a un amigo que trabaja en Madrid de policía, nos dice que aun esta de servicio pero que ya mismo termina, así que nos dio la dirección de una avenida para que lo esperásemos allí.
Metimos la dirección de la avenida en el GPS y con el cogido en la mano y subido de paquete en la moto de Raúl le iba haciendo señales para llegar al destino.
¡Por aquí, por allí!! Nos perdimos un par de veces, parecíamos dos pueblerinos en la gran ciudad, ¿Por qué será? Jaja. Pero bueno al final llegamos.
Con la mañana tan fresquita que hizo ahora hacia una calor terrible. Mientras que esperábamos a nuestro amigo aprovechamos para echar una cabezadita en el césped de la mediana de la avenida.








Al rato me llama mi amigo y me dice que está con la furgoneta de la policía, que tiene que ir a dejarla a la comisaria y ya coger su coche que lo dejo allí. Nos dice que como le pilla de camino se pasa por nosotros y lo seguimos asta la comisaria y ya de allí nos vamos a comer a cualquier bar.
Pasado un momento me llama.
-ya estoy aquí.
-pues no te veo
Avenida arriaba, avenida abajo y no dábamos el uno con el otro, hasta que me dice mi amigo espera que enciendo la sirena a ver si a si me ves.
¡Ahora sí! Jaja.
Raúl detrás con la moto y yo al furgón policial como un preso, jeje.
Su compañero resulta que era de Galicia y me estuvo contando que la zona donde teníamos el camping era muy bonita.
Llegamos la comisaria, cogemos su coche y nos fuimos para el piso de mi amigo. Ese fin de semana sus compañeros de piso no estaban. Dejamos la moto y el coche en el garaje y nos fuimos a comer, que ya eran las tres y mi estomago empezaba a protestar.
Fuimos a comer a un bar cercano a su piso en el cual comimos muy bien y barato. Me comí de primero un pisto que todavía se me hace la boca agua de que lo pienso.
Después de comer nos fuimos al piso a dormir una merecida siesta después del día tan ajetreado que llevábamos.
Caímos muertos y al despertar eran ya cerca de las ocho y aun no habían llamado del taller. Seguramente hoy no les daría tiempo a terminarla, aun así decidimos acercarnos al taller con el coche de mi amigo para ver que tal iba la cosa.
Ya casi llegando al taller me llama el mecánico y me dice que ya la tienen lista pero que me pase mañana a primera hora que ya van a cerrar.
- ¡no no, mañana no, si ya estoy en la puerta del taller!
Llegamos y me enseña el dichoso sensor que tanto a dado la lata. Le pregunte que porque se ha roto y me digo que por nada en concreto, que esos sensores son como una bombilla, que te puede durar toda la vida o mañana mismo fundirse.
Bueno llega la hora de pagar y miedo me da, jeje. Pero se lo han currado, dos tíos durante todo el día dedicados completamente a la moto hasta que la han apañado.
Me da la factura y ¡solo 150 euros! Me dicen que el sensor vale 200 euros pero que lo meten por la garantía de la shiver y que solo me cobran la mano de obra. Se portaron estupendamente.
Mi mecánico habitual que me estuvo llamando durante todo el día para ver cómo iba la moto me confirmo que sí, que se portaron muy bien en el precio.
¡Qué alegría, vamos a poder continuar con nuestro viaje! (cosa que hace unas horas no tenía muy claro)
Y gracias a mi amigo, que ese fin de semana libraba y tenia pensador irse a nuestro pueblo después de comer, pero se quedo hasta que tuve la moto arreglada. Intentamos convencerlo para que se viniese con nosotros asta Galicia.
- ¡Venga José, que compramos un casco barato en el Carrefour y te vienes con nosotros!
Pero cuando ya lo teníamos casi convencido una llamada de la novia le hizo cambiar de opinión. lo que no pueda una mujer…
Nos dejo la llaves del piso y salió corriendo para el pueblo.
Nos pegamos una duchita y a salir por Madrid a cenar y dar una vuelta. Eso sí, prontito a dormir que mañana queremos salir temprano.












El piso de mi amigo esta cera del centro y en solo cinco minutos estábamos allí. Nos pedimos un bocadillo en uno de los muchos locales de comida que hay por el centro.
Hacia unos años que no había ido a Madrid y me sorprendió mucho que no hay tienda que no estuviese en manos de chinos, panchitos, marroquís… no tengo nada en contra de ellos, pero joder que exageración, ahora entiendo el problema de la inmigración, en Jaén no se ve eso.
Nos recorrimos todo el centro, íbamos andando por la calle cuando de repente aparece un pivonazo de metro ochenta, tremendas piernas, tremendas tetas, los dos flipando, pero conforme se va acercando nos va cambiando la cara a los dos y dice Raúl; David esa es mas hombre que tu y que yo juntos, jaja. Dios que bajón. Efectivamente estábamos en el madrileño barrio de chueca y la tremenda piba resulto ser un travelo seguramente llamado Manolo.
Estuvimos en varios pub, había un montón de guiris y la mayoría con una cogorza considerable. Nos reímos un montón. Una guiri iba con una teta fuera y no se daba cuenta del pelotazo que llevaba, lástima que la tía era más fea que pegarle a un padre, vamos desagradable a la vista.
Joder cuando miramos el reloj las cuatro de la madrugada. ¡Vamos a dormir! Pero… mierda, Raúl, ¿tú te acuerdas de la dirección del piso?
Media hora dando vueltas por Madrid buscando el dichoso piso, menos mal que al final lo encontramos, porque ya nos veía durmiendo en la calle.
Como nos acostamos tarde terminamos levantándonos a las 9:30. Me asomo por la ventana y el cielo de Madrid esta encapotado y amenaza con llover, la temperatura en cambio es buena, ni frio ni calor.




Nos vestimos, nos ponemos los impermeables a nosotros y a las mochilas y adelante.
Nada más salir por la puerta del garaje empieza a lloviznar, pero nada importante. Nos liamos un poco en un túnel ya que el GPS se quedaba sin cobertura, pero al final cogemos el camino correcto.
Al salir de Madrid nos paramos en un restaurante a desayunar. Nada más entrar le dije a Raúl que aquí nos iban a crujir. Tenía una pinta muy pija el restaurante.
Me pedí un bocadillo caliente de tortilla con tomate riquísimo y efectivamente nos crujieron, no recuerdo cuanto nos costo, pero carillo.
Mientras desayunábamos entraron dos chicas súper altas, con tacones, delgaditas, minifalda de gasa, escotazo, de unos 18 o 19 añitos, tremendísimas, se nos caía la baba, Tenían una carita entre yo no he roto un plato pero soy una fiera en la cama. Jajaja Después de todo no estaba tan mal el restaurante, caro pero con vistas.




Al salir había dejado de llover. Empezamos a subir hacia Navacerrada, había poco tráfico y hacia una temperatura buena.
Mi moto volvía a ir estupenda, ese sonido de un dos cilindros en V, que gustazo esas reducciones antes de entrar en la curva escuchándola petardear y con qué potencia y firmeza salía de ellas. Son esos momentos que todo motero conoce en que te olvidas del mundo, solo la carretera, tu moto y tu.
De repente me adelanta Raúl y me hace señales para que pare en el arcén, me dice que hace unos dos kilómetros se me ha volado un impermeable de una de las alforjas. (Me podía haber avisado antes). Deshacemos el camino, carretera arriba, carretera abajo, media hora perdida y para nada, seguramente se la ha llevado el viento.
Como ha salido el sol quito el otro impermeable vaya que se me vuele también.
Volvemos a entras en la autovía y venga kilómetros y kilómetros, rectas interminables con feos paisajes. ¡Odio las autovías!
En un lugar de… de cuyo nombre no quiero acordarme… paramos a comer. Bueno no es que no quiera acordarme, es que no me acuerdo, cuando hicimos el viaje no tenía pensado escribirlo en un blog. Para el próximo prometo echarme una libretita e ir apuntando carreteras por donde paso, donde como, cuanto me costó, etc…




Comimos muy bien y barato, me tome un salmorejo riquísimo.
Proseguimos nuestro camino y van pasando los kilómetros y los kilómetros por la autovía. Cuando íbamos atravesando Castilla y León hubo una zona en la que llevaba 174km desde que reposte la ultima vez y hacia 100km que no veía una gasolinera. Lo máximo que le he hecho a mi moto son 171km y lo sé porque me he quedado ya tres veces tirado sin gasolina desde que la tengo, a si que había rebasado tres kilómetros el límite máximo, estaba a punto de quedarme tirado. Raúl sabe que mi moto no hace tantos kilómetros sin repostar y se estaba dando cuenta de que me iba a quedar tirado sin gasolina.




Decidí salirme de la autovía, si me tengo que quedar tirado mejor fuera de la autovía. Al salir sorpresa, un cartel indica que hay una gasolinera a 4km en un pueblo. Ya he pasado el limite, llegara… ¡por los pelos! Entrando a la gasolinera empezó a darme tirones.
Al entrar en Galicia y ya muy cansados de tantos kilómetros por autovía decidimos seguir por carreteras secundarias.






Como cambia el paisaje nada más entrar en Galicia, todo verde y salteado de pequeñas aldeítas todas ellas de piedra.
Queda poco para llegar al camping, pero empieza a anochecer y el cielo esta llenos de nueves negras amenazantes. No tarda en empezar a llover y unos siete kilómetros antes de llegar empezó el diluvio, pero tenemos que llegar como sea que ya queda pocos kilómetros y parece que la lluvia no tiene intención de parar.
Llegamos al camping y empezamos a montar la tiendas de campaña, de noche y lloviendo, con el impermeable y el casco puesto bajo la atenta mirada de unos chavales que estaban en una pequeña carpa, segura mente estaban pensando ¡vaya locos!
Que humedad dentro de la tienda y encima como perdí el impermeable de una de las alforjas parte de la ropa la tenia mojada.
Lo mejor será darme una ducha y cambiarme de ropa. Las duchas están en la otra punta del camping, como no paraba de llover me voy sin ropa para no mojarla, con solo una toallita de estas de viaje liada a la cintura. Salgo a correr en medio de la lluvia hacia las duchas, entro y me encuentro a todos los chavales del camping haciendo botellón dentro de las duchas. Así que hay me teníais prácticamente en cueros en mitad de un botellón. Me sentía fuera de lugar, aunque ahora que lo pienso, que cojones, fueras de lugar estaban ellos, que eso son las duchas.
Bueno al final después de ducharnos estuvimos Raúl y yo hablando con los chavales de donde ir de marcha.
El camping se encuentra en la playa de Sansenxo que está entre las localidades de Sansenxo y Portonovo. Solo 500 metros separa el camping de ambas ciudades.
Los muchachos nos dijeron que en Sanxenso hay una discoteca que se pone muy bien de gente y en Portonovo hay muchos pub.
Ya duchados y con ropa seca (más o menos, la mía estaba un poco húmeda) nos vamos al bar del camping a comernos unos bocadillos de lomo.
Le preguntamos a unas muchachas que donde iban a ir ellas, a las disco o a los pub. Nos dicen que a la disco.
No me gustan y no suelo ir en todo el año pero bueno hoy es un día especial ¡a la disco!
Por fin para de llover. Llegamos a la discoteca y está cerrada, al lado de la discoteca hay un descampado lleno de gente haciendo botellón. Preguntamos y nos dicen que hasta las 01:00 no abren y eran las 11:30, a si que decidimos ir a los pub en Portonovo.
Llegamos y había mucho ambiente. El plan era tomarse un par de cervezas y acostarnos pronto que mañana toca ir a Santiago y Finisterre. Al final hicimos visita a todos los pub y después de las cervezas vinieron los cubalibres y terminamos la noche a las cinco de la madrugada intentando mantenernos en pie y llegar al camping. ¡Qué ciego que pillamos!, eso sí lo pasamos de puta madre, que locura de noche.
Al día siguiente nos levantamos tarde y con resaca. Amaneció un día muy soleado, a si que aprovechamos para tender todo la ropa mojada.
Emprendemos el camino hacia Santiago y el GPS no hacía más que llevarnos una y otra vez a la autopista, hasta que Raúl paro a un coche y pregunto el camino para ir por secundarias. (si es que ni GPS ni leches, no mejor es preguntar).
La carretera empezó muy bien, divertida y con bonitos paisajes, hasta un poco antes de llegar a un pueblo donde había un mercadillo y la carretera estaba colapsada de coches. Después de pasar ese pueblo rectas y rotondas asta Santiago. Paramos en una gasolinera para comprar grasa en espray para las cadenas de las motos, que después de tantos quilómetros y lluvia ya le hacía falta un engrase.








Cuando llegamos a Santiago intentamos llegar hasta la misma catedral en moto (la idea era haberse echado una foto con las motos delante de la catedral) pero nos dimos cuenta de que no se podía pasar con vehículos. A si pues dejamos las motos aparcadas y en busca de la catedral a pie.







Como nunca la habíamos estado allí creímos llegar a la catedral al ver una plaza con una iglesia grande, jaja.
Ya cuando nos acercamos empecé a sospechar que no era la catedral de Santiago y dije; Raúl, fíjate que a mí en la tele se me antojaba esto mas grande, va a ser que no es esta.
Efectivamente, seguimos andando hasta que por fin la encontramos. ¡Esta sí, esto ya es otra cosa!













La catedral de Santiago es espectacular por fuera pero por dentro me decepciono, fea y sosa.








La ciudad de Santiago es muy bonita, hay muchas casas de piedra, no es demasiado grande y está rodeada de bosque.
Se acercaba la hora de comer y decidimos ponernos camino de Finisterre y parar a comer en cualquiera de las aldeas que salpicaban el camino.
La carretera tenía un asfalto bueno, muchas curvas y transcurría por unos parajes de cuento. Empezamos a emocionarnos y a ir cada vez más ligeros, que carretera más divertida, pero mejor no correr tanto que estamos muy lejos de casa para caernos.
En apenas un momento el cielo se cubrió de nubes y empezó a chispear. Paramos a comer en un restaurante de una pequeña aldeíta.
Pedimos churrasco y a cada unos nos pusieron dos churrascos, dos chorizos, un plato de patatas, un plato de ensalada y casi una barra de pan para cada uno. ¡Como nos pusimos! Y por dos duros. En Galicia se come muyyyy bien, en cantidad, calidad y barato.
Al salir de comer seguía lloviznando, seguimos las indicaciones de GPS hacia Finisterre y empezó a meternos por unos caminos de cabras muy malamente asfaltados, eso si los paisajes preciosos.
Después de un rato dejo de llover y salimos a unas carreteras estupendas siguiendo la costa, con muchas curvas y asfalto muy bueno.












Por fin llegamos a Finisterre el cual no nos defraudo, que bonito, que sensación, como azotaban las olas contra los acantilados, verdaderamente parecía el fin del mundo.












El regreso al camping se hizo muy pesado, la noche se nos echo encima y esas curvas tan divertidas que pasamos antes ahora se nos hacían eternas, parecía que nunca llegábamos al camping.
Al llegar nos pedimos un bocata en el bar para cenar y me lo tuve que dejar entero porque se me puso un cuerpo fatal y es que tanta fiesta por la noche, dormir poco y muchas horas en moto estaban pasando factura. Me acosté y me quede frito, tenia tanto sueño que dormí del tirón asta por la mañana, ni me acorde de que estaba en un camping.
A la mañana siguiente nos levantamos a las nueve, el día amaneció soleado, nos duchamos y recogimos el campamento.






A la hora de salir del camping teníamos que entregas la tarjeta electrónica que teníamos para abrir la puerta del camping para pasar los vehículos y yo me la deje en el bolsillo de un pantalón, así que me tengo que quitar el casco, los guantes y ponerme a deshacer las maletas ya que no me acordaba en que alforja metí los pantalones.
Antes de salir del pueblo nos pasamos por una tienda de motos a comprar un pulpo para mi equipaje porque Raúl decía que se tambaleaba mucho y más vale prevenir...
A la salida del pueblo paramos a desayunar en un bar donde el aceite de las tostadas parecía aguado y solo tenían tostadas con mantequilla o mermelada y nosotros estamos acostumbrados a nuestra tostada de jamón, queso, tomate y regado con aceite virgen extra de nuestra tierra.
Cuando vamos a emprender la marcha Raúl se acuerda de que se ha dejado el mono de agua tendido en el camping, a si qué vuelta al camping.
Con todo listo por fin emprendemos el camino hacia Madrid.
El GPS nos llevo por un camino distinto a cuando llegamos. Como íbamos con prisas no me puede parar a hacer fotos, y es una pena porque la carretera iba paralela a la costa y había unas estampas preciosas.
Después salimos a la autovía (maldita autovía, que poco me gusta) y cuando era casi la hora de parar a comer el GPS no ser por que dejo de cargar.
Salimos de la autovía y entramos en un pueblo precioso por el que discurría un rio, paramos y comprobé el fusible del GPS y que estuviese bien conectado. Todo estaba correcto, pensé que seguramente el problema estaba en la clavija de unión al GPS que el primer día la pille sin querer con el manillar y la doble un poco, pero para asegurarme le pedí a una muchacha que estaba aparcada con su coche que me dejase conectar el GPS a su toma (de mechero, mal pensados) y a si descartar que el problema no estuviese en la instalación de mi toma de mechero. Y a si era, el problema era del cargador. La muchacha nos indico donde había una tienda de chinos para comprar un cargador, pero antes fuimos a comer. Después de comer pasamos por los chinos, compramos el cargador y andando.
Kilómetros y kilómetros de autovía, que se dice rápido, pero tela… bajando de Navacerrada a Madrid se no hizo de noche y no veas como refresco, pero por fin llegamos a Madrid.
Volvemos al piso de mi amigo, duchita y a dar una vuelta por Madrid.
Pensé que al ser lunes poco ambiente íbamos a encontrar, pero que va, los locales llenos y en las plazas montones de perroflautas bebiendo cerveza y fumando porros, muchos de ellos con cara de no encontrar trabajo ni querer encontrarlo (a si va España).
Después de cenar y de hacer cosas típicas de Madrid, como comprar una cerveza a un chino en la calle, nos fuimos al mítico pub vía láctea, centro de encuentro de la movida en los años 80.
Me encanto el local, con su barra de madera, buena música, gente bailando…. Preciosa la chica que nos atendió.
A las tres de la mañana a la camita que hay que descansar para mañana dar el último tirón hasta casa.
Amaneció con un esplendido sol, teníamos la moral poco baja ya que nuestro viaje se acercaba a su fin. Emprendimos la marcha para recorrer los poco más de 350km que separan Madrid de nuestro pueblo.
En Despeñaperros lo pasamos fatal por retenciones ocasionadas por las obras y el calor asfixiante que hacía.
A las una de la tarde llegamos a porcuna, a tiempo para comer en casita.
Uff se termino el viaje, nos queda un día de descanso y luego vuelta a la rutina, hasta la próxima.
Espero que os haya gustado el relato.
PD: Ahora que miro hacia arriba no veas que tochaco he soltado, menos mal que solo han sido poco más de cuatro días, que si llega a ser un mes de viaje le hago competencia al quijote en extensión.



DAVIDGSA




2 comentarios:

  1. Jeje acabo de leer la crónica enterita y que buena!! Me he acordado cuando me llamásteis con el problema de la moto ;) Espero que en todas las próximas crónicas o en gran parte , formar yo también parte de ellas junto a ti.

    Tu amigo Jose ;)

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  2. Quien lo diría David!! Te dejé este comentario a principios de este año 2013 y ahora que he vuelto a leer la crónica y he visto el comentario que te escribí , que ya ni lo recordaba... ,te vuelvo a escribir para decirte que al final si he formado parte de algunas crónicas.(Quien lo me lo iba a decir...)

    Tu amigo Jose ;)

    ResponderEliminar